Las siguientes son preguntas frecuentes de quienes empiezan con la Gran Invocación. Hace muchos años, se recopilaron y publicaron formalmente en un folleto titulado “La Gran Invocación: Un Mantra para la Nueva Era”. Este folleto aún está disponible para descargar en formato PDF.
La Gran Invocación fue dada a la humanidad por la Jerarquía espiritual, formada por la suma total de aquellos integrantes de la humanidad que han triunfado sobre la materia y han alcanzado la meta de la maestría sobre su propia naturaleza, esa misma meta que muchas personas luchan hoy por alcanzar. La Jerarquía espiritual es el resultado de la actividad, la aspiración y el logro humanos; ha sido creada por la humanidad y forma parte de ésta. Los integrantes de la Jerarquía han logrado un control completo de la personalidad o yo inferior. Ya no se centran en la conciencia individualizada, sino que poseen una comprensión más amplia de la vida grupal planetaria, lo que incluye todas las etapas, desde el sentido de responsabilidad social incipiente del hombre o mujer que está dando los primeros pasos en el sendero de la madurez espiritual, hasta la comprensión incluyente de Cristo mismo.
A los Maestros se les conoce como los “Custodios del Plan”. El Plan es el anteproyecto del Propósito divino y está concebido para todas las personas del mundo entero. El Plan divino sólo puede implementarse a través de la humanidad, pero la Jerarquía trabaja según las leyes espirituales y nunca coacciona o presiona a la humanidad. Nunca infringe la libertad individual, especialmente la libertad mental.
El Plan actúa bajo el poder impulsor de la evolución misma. La Gran Invocación fue dada con el objetivo de acelerar el desarrollo evolutivo de la humanidad. Se entregó en tres etapas durante un período de nueve años, período en el que ocurrió el acontecimiento terrenal de la segunda fase de la Guerra Mundial. Fruto de la colaboración entre un Maestro Tibetano de Sabiduría y Alice Bailey, se tradujeron al inglés “siete antiquísimas formas verbales”, las cuales fueron transcritas en frases “comprensibles y adecuadas”.
Se dice que estas siete formas verbales constituyen el enunciado completo y nuevo de Cristo para la próxima época de 2000 años, y por eso se afirma que la Gran Invocación es “el mantra de Cristo mismo”.
La Guerra Mundial, que estaba llegando a su fin en abril de 1945, había tenido un profundo efecto en todo el planeta. La mayor guerra de toda la historia humana había causado indecibles sufrimientos, pero también dejó abierta la conciencia humana – literalmente – como resultado de la destrucción de las instituciones antiguas y caducas, de los hábitos de vida y de las formas mentales cristalizadas que mantenían a la humanidad esclavizada, víctima de la separatividad y el materialismo, particularmente desde la época de la Revolución Industrial.
En 1945, la agonía de la guerra y la angustia de toda la familia humana llevaron a Cristo a tomar una gran decisión. Tomó la decisión volver a entrar en contacto físico con la humanidad, siempre y cuando los seres humanos llevaran a cabo las etapas iniciales del proceso de establecer relaciones humanas correctas, y dio al mundo una de las plegarias más antiguas conocidas, que hasta ese momento solo se había permitido utilizar a los Seres espirituales más excelsos. Cristo mismo utilizó la Gran Invocación por primera vez en junio de 1945.
Cristo es el Guía de la Jerarquía Espiritual de nuestro planeta: «El Maestro de Maestros y el Instructor de ángeles y hombres». Cristo pertenece a toda la humanidad, y no sólo a las iglesias y credos religiosos del mundo. Trabaja para todos, independientemente de su fe religiosa. No pertenece al mundo cristiano más que al budista, judío, musulmán o hindú. En realidad, el nombre «Cristo» se utiliza en la Jerarquía como el título de un cargo y no se limita en lo más mínimo a la acción religiosa, sino que está relacionado con los siete departamentos del trabajo jerárquico, de los cuales la religión es sólo uno, siendo los otros los de gobierno, educación, ciencia, filosofía, psicología y arte y cultura.
En la Gran Invocación, se invoca a Cristo tal como lo conoce la Jerarquía. La Gran Invocación está destinada a ser utilizada no solo por los integrantes de diversas religiones, sino también por las personas sin inclinación religiosa. El uso del nombre Cristo tal como aparece en la Invocación, no limita la comprensión espiritual, sino que la amplía. Así es como debe ser en la Nueva Era.
Se conoce a Cristo como el Instructor del Mundo, y es ese gran Ser a Quien los budistas conocen como el Señor Maitreya, y los musulmanes como el Imán Mahdi. Las palabras «Cristo» (del griego Khrío) y «Mesías» (del hebreo «Mashiahh«) significan ambas «el ungido»: consagrado o señalado como santo.
Esta definición apunta al rol de Cristo como Avatar: un mensajero divino que refleja el principio cósmico del Amor. Un Avatar es un ser que posee una capacidad única para transmitir energía o poder divino. La raíz sánscrita de «Avatar» significa literalmente “descender o llegar desde muy lejos”, lo cual transmite la idea de protección superior. Un Avatar es un evento y la encarnación de un principio o cualidad divina que busca anclarse en la Tierra. Pero esta necesidad debe ser reconocida e invocada por la humanidad, actuando “con intención masiva”, para precipitar el descenso del Avatar.
Establecer un núcleo de energía permanente es la tarea constante de un Avatar, y el trabajo de un Avatar depende de la disposición de la humanidad para responder. A menudo esta necesidad no se manifiesta hasta que los seres humanos han agotado todos los demás recursos. Entonces buscan un Intermediario o Mediador divino, y esta esperanza y expectativa se desliza como un hilo dorado a través de todos los credos del mundo.
En realidad, Cristo no puede regresar, porque siempre ha estado aquí en la Tierra. Sólo puede reaparecer. Por consiguiente, Su aparente retorno será a la actividad visible externa en los asuntos terrenales. Sin embargo, como sabemos, ver y reconocer son dos cosas muy diferentes. Cristo será reconocido por los que posean la capacidad de responder, de alguna manera y en algún nivel, a la cualidad crística, ya que siempre está vigente la ley de que lo semejante atrae a lo semejante.
Cristo transmitirá una energía divina que estimulará su principio correspondiente, profundamente oculto y latente en la humanidad. Todo aquél que busca relaciones humanas correctas será atraído automáticamente hacia Él, pertenezca o no a una de las religiones del mundo. Los verdaderos seguidores de Cristo son los que aman a sus hermanos y no ven barreras entre las personas, ya que el efecto principal de la reaparición de Cristo será estimular el espíritu de inclusividad.
Cristo no tendrá pregoneros, nadie exclamará «Él está aquí” o “Él está allí». Cristo será reconocido por todos aquellos en quienes el principio crístico, que es Amor, esté despertando. No concierne a la humanidad fijar la fecha de la aparición de Cristo, ni esperar ninguna ayuda extraordinaria o fenómenos inusuales. Cristo vendrá inexorablemente cuando se haya restablecido cierta medida de paz, cuando el principio de compartir esté al menos en vías de controlar los asuntos económicos, y cuando las instituciones religiosas y los grupos políticos hayan comenzado a hacer limpieza. Si realizamos correctamente nuestro trabajo, Él vendrá en el momento señalado. Cómo, dónde o cuándo vendrá no es de nuestra incumbencia, “pues el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis». (Mateo XXIV 44).
Se pueden ver signos de la cercanía de Cristo en el reciente y continuo «Ciclo de Conferencias», que se lleva a cabo particularmente en las últimas décadas, y a menudo bajo los auspicios de las Naciones Unidas, en áreas problemáticas como los derechos humanos, las carencias de niños y mujeres, urbanismo y vivienda, crecimiento demográfico, medio ambiente y desarrollo. La presencia de la energía de Cristo es una fuerza atractiva que vincula y une para el Bien Común. Este espíritu es cada vez más visible en la contribución del Nuevo Grupo de Servidores del Mundo, una agrupación subjetiva de todos los hombres y mujeres de buena voluntad que trabajan activamente en favor del Plan. En todas las áreas de la actividad humana, el Nuevo Grupo de Servidores del Mundo está trabajando para establecer relaciones humanas correctas, requisito fundamental para la reaparición de Cristo.
La Gran Invocación es esencialmente el propio mantra de Cristo, y su sonido se ha difundido por el mundo entero mediante la enunciación de Cristo, y su uso por parte de la Jerarquía. Cada discípulo debería hacer de su distribución, así como de su uso diario, una obligación y un deber primordiales, ya que esta Invocación puede ser utilizada con profundo efecto, especialmente por quienes tienen conocimientos de meditación y, por lo tanto, poseen cierta habilidad en la concentración mental y la focalización intensa. La contribución más importante de todos los que desean ayudar a preparar el camino de Cristo es enseñar a la humanidad a usar la Gran Invocación, para que se convierta en una plegaria mundial, y focalice la demanda invocativa de la humanidad.
La Invocación y su inevitable respuesta, la evocación, describen ese misterioso «algo» – emanación, llamado silencioso, impulso inherente hacia la luz – que es innato en todas las formas, y que es la causa de todo progreso o tendencia ascendente a lo largo del sendero de expansión de la conciencia y de penetración en la Luz. Esto es cierto para una planta que se abre paso desde la oscuridad de la tierra hacia la luz del sol, para un niño viéndose expelido del útero materno bajo la influencia del impulso de vida, para el ser humano que se adentra en reinos de mayor conocimiento, para el aspirante y discípulo que avanza por el camino de la liberación, y aún para seres más excelsos que penetran en reinos de vida divina más allá del alcance de la comprensión humana. Todo se produce a través de la invocación y la evocación: el llamado y su respuesta.
Este impulso evolutivo hacia adelante, de la oscuridad a la luz, de lo irreal a lo real, y de la muerte a la inmortalidad, es una pulsión inherente a todas las formas. Subyace a la evolución y a la interacción de causa y efecto, pues siempre obtenemos lo que invocamos. El conocimiento de este hecho científico será una de las grandes fuerzas liberadoras para la humanidad.
La Gran Invocación puede ser utilizada con especial efectividad por quienes poseen al menos un mínimo entrenamiento en meditación. Por lo tanto, el discípulo entrenado puede utilizar la Invocación en varios niveles simultáneamente. Pero la Gran Invocación no es un ejercicio de meditación. Es esencialmente una plegaria que sintetiza el deseo, la aspiración y la demanda espiritual más elevados del alma misma de la humanidad y debe utilizarse con esa comprensión en mente.
En la humanidad, el reino medio o cuarto, mediador entre la amplia gama y variedad de vidas que componen nuestro planeta Tierra, todas las vidas y aspectos del desarrollo evolutivo tienen su punto de encuentro. Los reinos subhumanos – animal, vegetal y mineral – alcanzan su culminación y los reinos suprahumanos encuentran su oportunidad, ya que todas las vidas suprahumanas han pasado a través del reino humano en algún momento.
La nota-clave de nuestro Logos Planetario, el Señor del Mundo a Quien algunos llaman Dios, es HUMANIDAD, ya que es la base, la meta y la estructura interna esencial de todo ser. La humanidad misma es la clave de todos los procesos evolutivos y de una comprensión correcta del Plan Divino para nuestro mundo. Todas las vidas progresan hacia la etapa humana, se encuentran actualmente en ella, o la han trascendido y la han dejado atrás. La uniformidad de experiencia que esto instila hace posible el arte del contacto con lo divino y la ciencia de la impresión. Todo lo que vive en la Tierra es, ha sido, o será humano.
Los tres aspectos o potencias divinas de Mente, Amor y Voluntad están anclados en la humanidad misma – “el centro que llamamos la raza de los hombres». Aquí y sólo aquí reside la promesa del futuro, ya que sólo aquí las cualidades divinas pueden expresarse a sí mismas y alcanzar su plenitud. Únicamente a través de la humanidad, sola y sin ayuda (excepto mediante el Espíritu Divino en cada ser humano), puede sellarse «la puerta donde se halla el mal». No es Dios quien sella esa puerta, ni es la Jerarquía quien fuerza al mal a regresar al lugar de donde proviene, ya que la Gran Invocación aquí no se refiere al mal generado en los niveles cósmicos, y por consiguiente más allá de la capacidad humana para resolverlo, sino al mal que permitimos que se manifieste en el egoísmo humano, el odio, la separatividad y el materialismo. Es a la humanidad, que lucha, aspira y sufre, a quien se le encomienda la tarea de sellar la puerta, y se nos asegura que la humanidad es capaz de llevarla a cabo. La responsabilidad de Quienes son más hábiles en el uso de la Invocación consiste en enfocar y anclar las energías invocadas de Luz, Amor y Poder en el reino humano. Desde ese punto, la humanidad puede asumir la tarea.
Aquí puede resultar iluminadora una visita a ese libro tan oculto, el diccionario. «Man» (en inglés, hombre) proviene de la palabra sánscrita Manu, que significa «ser humano», cuya raíz, man, significa «pensar». Por lo tanto, «man» (hombre) significa «entidad pensante», o «el que piensa». Este es un punto muy significativo, que no concierne al género sexual, sino más bien a ese aspecto común a todos los miembros del reino humano, y que dota a la humanidad con un factor clave en la evolución, la mente.
La primera estrofa de la Gran Invocación invoca la Luz que se origina en la Mente de Dios – una luz que busca entrar en nuestro planeta con el propósito de redimir la sustancia planetaria mediante la intercesión de la mente humana. La mente es lo que hace del ser humano una unidad coherente de conciencia, y la inteligencia es la base de la separatividad. Sin embargo, manas – la inteligencia creativa – es la llave del quinto reino de la naturaleza: la Jerarquía o Reino de las Almas.
La mente es a la vez un factor de limitación, de separación, y de contacto con los reinos internos y superiores. La mente registra impresiones de todo tipo. La responsabilidad fundamental de la humanidad es actuar como un gran agente de impresión en relación con los tres reinos subhumanos de la naturaleza: animal, vegetal y mineral. El destino de la raza humana es ser el exponente, el intérprete o representante de la Mente de Dios. De ahí la estrecha relación entre la primera estrofa, que invoca la Luz que afluye desde la Mente de Dios, y la cuarta, que invoca el restablecimiento del Plan Divino en la Tierra mediante el esfuerzo colaborador de la humanidad. Es al rol del hombre como mediador y redentor, a la entidad pensante y receptora de luz, a quien se dirige la Gran Invocación.
Raza, en el sentido en que se emplea en la Gran Invocación, alude a una etapa evolutiva. La raza de los hombres es uno de los tres centros planetarios – Shamballa, la Jerarquía y la Humanidad – en nuestro planeta. La estrecha relación entre estos tres centros permite una serie ininterrumpida de impresiones, relacionando un centro con otro y desarrollando la Ciencia de Invocación y Evocación. Shamballa actúa como centro coronario – centro de recepción y dirección – de nuestro Logos Planetario; la Jerarquía es el centro cardíaco – centro de amor inclusivo, cohesión y circulación de la energía portadora de vida; y la Humanidad es el centro laríngeo, y el principal agente creativo sobre nuestro planeta.
La característica primordial de la raza humana en su etapa evolutiva actual, es su capacidad para desarrollar una sensibilidad inteligente a la impresión. La raza de los hombres incluye a aquellos que son sensibles a la impresión de niveles tanto «superiores» como “inferiores» al humano. A medida que la humanidad se vuelva experta en invocar la impresión jerárquica, las civilizaciones y las culturas creadas por el hombre se ajustarán cada vez más al Plan. Aquí surge nuevamente otra razón para la importancia del centro que llamamos la raza de los hombres, y una indicación de la crisis de la humanidad, ya que el hombre se encuentra ahora en un punto en el que el intelecto está tan despierto, que nada podrá detener su progreso hacia el conocimiento, el cual podría utilizarse irresponsablemente o aplicarse de forma egoísta si no hiciera nada para protegerlo.
La voluntad personal es la que sustenta y trata de mantener en el ser humano la ilusión de que la existencia es separada e independiente. La «pequeña» voluntad personal dota al hombre con el instinto de autopreservación y autoafirmación. La voluntad de la personalidad está regida por la mente inferior, analítica y apegada a la forma, y el deseo es la contraparte emocional de esta voluntad.
Cuando la mente inferior entra en contacto con la mente abstracta superior a través del antakarana – el puente en la conciencia que se crea mediante la meditación y el servicio –, la voluntad humana se convierte en un agente del Plan, demostrando el compromiso de servirlo a cualquier precio, a medida que se comprende progresivamente ese Plan. La energía de la voluntad pura es tan profunda que sólo un pensador coordinado y consagrado puede registrarla y manejarla, debido a que la voluntad espiritual es una expresión de la Ley de Sacrificio.
Se dice que la Gran Invocación tiene un símbolo en los archivos de los Maestros que indica la era o período en la historia humana durante el cual puede y debe ser utilizada. Debido a que la Invocación es el propio mantra de Cristo y Su completa expresión para la Era de Acuario, podemos suponer que el período de su uso abarcará al menos los próximos 2000 años. Es una plegaria grupal para toda la humanidad en la Era de Acuario y por lo tanto puede utilizarse como una invocación de la misma manera que como una oración.
La humanidad ha alcanzado un punto crítico en la evolución. La inteligencia humana está ahora tan despierta que nada puede detener el progreso humano hacia reinos de conocimiento, cuyo uso incorrecto y aplicación egoísta pueden resultar peligrosos si no se hace nada para protegerlo de sí mismo. Es necesario enseñar al hombre a responder a valores más elevados y espirituales; de lo contrario, el estado creciente de integración de muchos millones de seres humanos simplemente se dirigirá, con mayor efectividad, hacia propósitos egoístas y materialistas. El aspecto forma de la manifestación – mente, emoción y cerebro – debe ser encauzado hacia sus principios correspondientes: sabiduría, amor y propósito dirigido.
Es responsabilidad de la humanidad implementar el Plan de Amor y de Luz en la Tierra. Aquí vemos la oportunidad de Triángulos, una actividad de meditación en la cual grupos de tres individuos se unen en conciencia cada día para enunciar la Gran Invocación y visualizar las energías de Luz y Buena Voluntad irradiando a través de la red planetaria formada por todos los Triángulos. Por esta red en conciencia, la Luz, el Amor y la Voluntad de Dios pueden fluir con intensidad creciente y vitalidad plena, fomentando la transformación de la vida humana y estableciendo una era de relaciones humanas correctas.
Como resultado de su uso correcto, la Gran Invocación proporciona un influjo espiritual que desde las fuentes más elevadas llega directamente al corazón mismo de la humanidad. Mediante la recepción, uso y distribución de la Gran Invocación, la humanidad está siendo partícipe de un evento cósmico de enorme importancia.
Cada vez más en la era venidera, los discípulos y aspirantes espirituales tendrán una mayor comprensión de la potente energía encerrada en «Palabras de Poder» tales como la Gran Invocación. Junto con una comprensión del ritual, y utilizando la potencia del sonido, el discípulo en el futuro trabajará y construirá el nuevo mundo, con su cultura y civilización. Mediante el estudio de los valores tonales, los indicadores numerológicos, y la potencia inherente en las Palabras de Poder, como la Gran Invocación, la humanidad adquirirá con el tiempo la habilidad de construir formas y producir actividades grupales que expresen verdaderamente el Plan. Ya comprendemos que las fórmulas científicas han reducido las verdades más intrincadas y complejas a unos pocos signos y símbolos. Una palabra o palabras también pueden proporcionar el «poder de encarnar» las verdades espirituales. Como dice la Biblia, «Dios habló y los mundos fueron creados». Tal es el potencial espiritual contenido en la Gran Invocación cuando se utiliza con exactitud, comprensión de su origen divino y la cualidad del alma de la verdadera humildad.