La Gran

Invocación

La Responsabilidad de la Humanidad en una Era de Expectativa

Catherine Crews

La Gran Invocación es una plegaria mundial conocida como el Mantra de Cristo. Es la esencia de la petición humana de ayuda divina y la promesa de la respuesta de Dios. Es una plegaria especialmente potente en estos tiempos de gran sufrimiento a medida que la Tierra y todo lo que hay en ella pasan por los procesos evolutivos que enfrentamos.

Las tres primeras estrofas de esta Invocación están contenidas en la cuarta, porque el Propósito y el Plan divinos se desarrollan mediante la Luz, el Amor y la Voluntad. A través de ellos, desarrollados por la humanidad, es posible la restauración de todas las cosas y la fundación del Reino de Dios en la Tierra.

En este artículo consideramos la cuarta estrofa ya que aborda la responsabilidad de la Humanidad en el desarrollo del Plan divino.

Desde el centro que llamamos la raza de los hombres
Que se realice el Plan de Amor y de Luz
Y selle la puerta donde se halla el mal.

Que la Luz, el Amor y el Poder restablezcan el Plan en la Tierra.

Esta cuarta estrofa de la Gran Invocación habla directamente de la responsabilidad de la Humanidad, especialmente apremiante a medida que avanzamos a través de este difícil periodo de expectativa de la reaparición de Cristo y el restablecimiento del Plan de Dios en la Tierra. Estos tiempos se describen en el Evangelio de Mateo como un tiempo de “gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora… (Mateo 24:21). Las enseñanzas de la Sabiduría Antigua dicen que hay signos cósmicos que marcan este tiempo de transición. Una de estas señales es el funcionamiento simultáneo de los rayos 6º y 7º, dos rayos de gran potencia, y con sus energías en conflicto casi igualmente equilibradas. El 6º rayo de Idealismo y Devoción, que se va retirando lentamente de la manifestación, condujo a la separación, al nacionalismo y al sectarismo, y manifestó la tendencia de la mente a dividir. El 7º rayo de Orden Ceremonial y Magia, que ahora inicia su manifestación, promueve la fusión y la síntesis, porque su energía une el espíritu y la materia. El 6º rayo nos enseñó el significado del sacrificio individual, la filantropía y la bondad. El 7º rayo enseñará el concepto del servicio divino, el sacrificio dentro del grupo y para el grupo. Acontecimientos como estos son raros y se dice que preceden a “un período peculiarmente significativo de actividad divina. Las antiguas cosas desaparecen, pero sin embargo, se restauran los viejos galones”. (Psicología Esotérica I, pág. 358 ed. ingl.).

FAdemás, debido a la precesión axial, la Tierra está saliendo del signo de Piscis, con su énfasis en la autoridad y la fe, y entrando en Acuario, con su énfasis en la comprensión individual y el conocimiento directo. (La Exteriorización de la Jerarquía, pág. 3 ed. ingl.).  Las diferentes características de estos signos y los cambios que producen, contribuyen a los retos que enfrentamos en la actualidad. Hoy en día nos encontramos viviendo en medio de estas grandes tribulaciones, descritas esotéricamente como “La época en que las cimas de las montañas protectoras se despeñan de su lugar elevado, y las voces de los seres humanos se pierden en el estrépito y estruendo de la caída”. (Psicología Esotérica I, pág. 358 ed. ingl.) Podemos especular sobre lo que tenemos que hacer, cuál es nuestra responsabilidad como miembros de la Humanidad, el tercer gran centro de manifestación divina y el centro de inteligencia y creatividad, mientras esperamos la reaparición de Cristo en la Tierra.

Desde el centro que llamamos la raza de los hombres

El centro divino, la Humanidad, se llama la “raza de los hombres”. Pero aquí estas palabras tienen un significado muy diferente al que tienen cuando se refieren sólo a la manifestación física. Esotéricamente, raza indica una etapa evolutiva, un nivel de desarrollo de la conciencia. En la humanidad, se refiere específicamente al desarrollo de la mente. La palabra “hombre” se deriva de la palabra sánscrita manu, que significa “pensar”. Por lo tanto, la raza de hombres es el centro de los que piensan.

Que se realice el Plan de Amor y de Luz

Quizá podríamos empezar a entender este versículo con el reconocimiento de que el Plan de Dios es un esbozo de su propósito, la Voluntad al Bien, una reserva de amor y comprensión. Las enseñanzas de la Sabiduría Eterna describen un Plan divino de relaciones justas: entre Dios y la humanidad, entre los seres humanos, y entre los seres humanos y la creación. El Plan honra la totalidad y la sacralidad de la vida, y sólo puede llegar a su culminación por medio de la colaboración de la Humanidad.

Podemos entender nuestra época actual de disensión como una necesidad de encontrar la armonía a través del conflicto, en lugar de buscar la victoria de una de las partes sobre la otra. Muchos de los conflictos actuales se refieren a la autoridad y a las creencias, los ideales de las energías de Piscis, con sus características de separación, nacionalismo y sectarismo, tal como se han establecido a través de las energías del 6º rayo. Las energías del 7º rayo unen el espíritu y la materia; con los ideales de Acuario de inclusividad y servicio divino, podemos empezar a entrever como las relaciones humanas evolucionarán hacia nuevas expresiones del Plan de amor y comprensión.

El Plan puede ser reconocido como el Plan de Cristo, un plan de luz y amor, prometido mucho antes de su presencia en la Tierra hace 2000 años. En Jeremías podemos leer: “Porque yo sé los planes que tengo para ustedes – declara el Señor – planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza” (Jeremías 29:11). Encontramos la misma idea en la carta de Pablo a los Efesios: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. (Efesios 2:10). Pero con toda certeza está prometido por las enseñanzas de Jesús a sus discípulos respecto a la salvación: “Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; más para Dios todo es posible”. (Mateo 19:26).

Y selle la puerta donde se halla el mal

Este mal es el mal que conocemos y en el que participamos; es parte de nuestra experiencia y respuesta a las demandas de la vida diaria en los mundos del tiempo y del espacio. Es la causa del sufrimiento; es todo lo que emerge como egoísmo, odio, separatividad y materialismo. El mal persiste en tanto vivamos en los planos de los opuestos. La mente humana juzga, divide y distorsiona la verdad sobre la relación de todas las cosas. Esto se ha descrito como la creación de distorsiones o medias verdades, la base que sustenta el egoísmo y las raíces del odio.

Sin embargo, la naturaleza de la evolución humana es un movimiento hacia la síntesis a través de la construcción de relaciones, y la principal relación necesaria para vencer el mal es la relación de la mente que juzga con el alma amorosa. A medida que el alma empieza a influir en la mente inferior, se pueden hacer y se hacen elecciones distintas. El odio da paso a la compasión; el egoísmo al sacrificio por el bien del grupo. El interesante proceso de descentralización continua; el centro del yo residirá en la relación con los demás; el enfoque principal se centra en el bien de la totalidad. Gradualmente, el conocimiento adquirido mediante la experiencia de vida en este planeta, va siendo condicionado por el amor; las relaciones se convierten en relaciones justas con todas las cosas. De esta forma la humanidad prepara el camino para el restablecimiento del Plan, la reaparición de Cristo y la fundación del Reino de Dios en la Tierra.

Que la Luz, el Amor y el Poder restablezcan el Plan en la Tierra

En el evangelio de Lucas encontramos el precioso relato sobre la responsabilidad de la humanidad y la promesa de Dios para la instauración de su Reino en la Tierra. En él, el Plan se cumple y la humanidad vuelve a caminar junto a Cristo, compartiendo ahora lo que llamamos la Conciencia Crística.

“Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y los perversos. Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo.

No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá.”  (Lucas 6, 27:38).

Entonces llegaremos a conocer los frutos de nuestro trabajo en la fundación de este Reino:

“Así vendrá nuevamente la paz a la tierra – pero una paz desconocida hasta ahora. Entonces la voluntad al bien florecerá como comprensión, y la comprensión fructificará como buena voluntad en los hombres.” (La Reaparición de Cristo, pág. 14 ed. ingl.). ¿No es esta una responsabilidad plenamente adecuada para la Humanidad?  ¿…  Algo por lo que vivir y trabajar, soñar y aspirar? (Los Rayos y las Iniciaciones, pág. 738 ed. ingl.)